¿Puede un negocio sobrevivir cuando sus representantes más notorios gozan atacando e insultando a buena parte de sus potenciales clientes? La situación del cine español visto desde la perspectiva del centro derecha.
“No se puede insultar al votante y a las ideas que defiende y esperar que cuando la campaña electoral termine una especie de amnesia colectiva les lleve como borregos a las colas de los cines a ver las películas salidas de las manos de los que hasta hace tres días les llamaban imbéciles”
“No se puede insultar al votante y a las ideas que defiende y esperar que cuando la campaña electoral termine una especie de amnesia colectiva les lleve como borregos a las colas de los cines a ver las películas salidas de las manos de los que hasta hace tres días les llamaban imbéciles”
Anda el convergente Ignasi Guardans, nombrado por el gobierno socialista Director del Instituto de la Cinematografía, paseándose por los platos radiofónicos y televisivos de España defendiendo las bondades del cine español, lo que es lógico ya que para eso le han nombrado y para eso le pagamos. Difícil lo tiene el señor Guardans. Según los últimos datos oficiales publicados por el Instituto de Cinematografía que dirige, el cine español tuvo en el primer semestre de este año 2,3 millones menos de espectadores que en el mismo periodo de 2008. La cuota de pantalla del cine español se situó en julio en el 9,9 por ciento, unos tres puntos por debajo de la que tuvo al final del 2008, un 13,18 por ciento. La película Camino, la triunfadora en la última gala de los Premios Goya, es un ejemplo de la pésima situación del cine español. Con un presupuesto de 5 millones de euros, hasta que fue galardonada con seis goyas sólo había recaudado 1,5 millones en taquilla desde su estreno el 17 de octubre del año pasado y hoy no está ni entre las diez películas más taquilleras. Y es la punta del iceberg. Detrás de ella hay decenas de películas de producción nacional que ni siquiera llegan a estrenarse en las salas de cine. No sólo es baja la asistencia a las salas de cine, las películas españolas también están en la cola de las películas más alquiladas en los video clubes y en las descargadas en internet. Viendo las estadísticas parece evidente que hay un divorcio entre el cine español y buena parte de la sociedad española.
Parte de la culpa de este fracaso está en la falta de conexión entre los cineastas y el gusto de los espectadores. Parece que las películas que se hacen en España, salvo honrosas excepciones, no interesan al gran público. Pero también parte de la culpa de la situación del cine español la tiene el posicionamiento político que un buen número de actores, actrices y cineastas ha tenido en los últimos años y que ha abierto una brecha considerable entre el cine español y los votantes de centro derecha españoles, es decir, parte de sus potenciales espectadores. Es cierto que no todos en el mundo del cine han protagonizado estas actitudes políticas, pero los que lo han hecho si que representan a una parte muy significativa y significada del mundo del cine y la cultura en general y en todas sus manifestaciones se exhiben multitudinariamente para demostrar su representatividad y su fuerza. Personajes tan públicos y notorios como Pedro Almodóvar, Aitana Sánchez Gijón, Pilar Bardem, Concha Velasco, Federico Luppi, Juan Luis Galiardo, Vicente Aranda, Marisa Paredes, Álvaro de Luna, Juan Echanove, José Sacristán y otros muchos, son habituales de estos saraos. Los que con discreción han huido de estas posiciones políticas tan significadas han quedado en el sentir de la sociedad como una minoría anecdótica dentro del cine, frente a una mayoría beligerante y protestataria.
En tiempos de la Guerra de Irak los actores, actrices y cineastas lucieron con orgullosa provocación sus pegatinas del “NO A LA GUERRA” en la Gala de los Goya. Hasta un grupo de cineastas y profesionales de la cultura a principios de 2004 y antes de las elecciones generales pusieron su creatividad al servicio del PSOE para echar al Partido Popular del gobierno con un documental propagandístico titulado Hay motivo, toda una declaración de principios. En este documental se hacía un repaso por temas como la guerra de Irak, el paro, la vivienda, el Prestige, la adopción en parejas homosexuales, la manipulación informativa, la inmigración, el maltrato a las mujeres, el terrorismo, el accidente del Yak-42 y hasta el asesinato de Couso, para dejar claros los “motivos” por los que había que echar al PP del gobierno de España.
A partir de abril de 2004, con el PP fuera del gobierno de la nación, con el objetivo cumplido, hubiera sido aconsejable que este representativo y nutrido grupo de actores, actrices y cineastas plegasen velas y abandonasen las trincheras de la beligerancia para limpiar la imagen de sectarismo y partidismo que se había ofrecido del cine, aunque solo fuera para no hipotecar más lo que no deja de ser un negocio que vive de sus clientes, es decir, los espectadores. No fue así. Siempre que han podido no han desperdiciado ocasión para manifestar públicamente su oposición al Partido Popular y a las ideas que defiende el centro derecha español y que son, dato este que tiene su importancia, la de la mitad de los españoles. Cuando millones de españoles inundaron las calles de España para protestar contra la negociación política que el gobierno del PSOE estaba llevando a cabo con ETA, allí estuvieron los actores, actrices, cineastas y gente de la cultura para apuntalar al PSOE, criticando al PP que se oponía a dicha negociación por “miserabilismo”, como dijera José Sacristán.
Hay en esta inmersión en el campo político un claro indicio de soberbia democrática por parte de este sector del cine español. Es como si ellos y solo ellos fueran los legitimados para repartir credenciales que capaciten para gobernar España. Es como si ellos estuvieran en posesión de un plus del que carecieran el resto de los mortales para juzgar qué opciones políticas son las idóneas y cuales no. ¿Es que el gremio de actrices y actores tienen una mayor capacidad de análisis político que, por ejemplo, el de los gestores o carniceros de España?. Lo dudo.
Algunos dicen que las actrices, actores y cineastas están en su derecho de manifestar libremente su opción política amparados en su libertad de expresión y el régimen democrático existente en España. En eso estamos completamente de acuerdo. Pero mientras que en otros países con mayor tradición democrática los actores y actrices manifiestan sus preferencias políticas con un exquisito respeto hacía los rivales políticos, aquí en España lo habitual es que las Plataformas, los manifiestos y las “manifas” de apoyo al PSOE se hagan en un tono más que agresivo, abiertamente insultante e injurioso hacía el Partido Popular. Es tal la actitud de cierto sector del cine hacía el Partido que representa al centro derecha español que parecería que para ellos evitar que vuelva a gobernar España sea una cuestión trascendental para la supervivencia de la Democracia española. En esta línea recordamos al actor Federico Luppi diciendo aquello de “nos va la vida en crear un cordón sanitario para que esta derecha cerril y casi gótica no se adueñe del pensamiento español”. ¡Casi nada!. Como si el PP fuera un virus peligroso al que hubiera que aislar, esterilizar y exterminar. Hasta el oscarizado Pedro Almodóvar, que debería hacer gala de mayor continencia verbal, tras las elecciones de 2004 que desbancaron al PP del gobierno calificó de “semana trágica” la del 11-M que, según él, culminó “con una noticia liberadora” (la victoria del PSOE), “lastima que tuviéramos que pagar un precio muy alto” (la masacre de los trenes), sentenciando que “hemos vuelto a la democracia”. Por cierto, en la misma rueda de prensa en la que hacía gala de tan "profundo" análisis electoral, Pedro Almodóvar anuncio “algo terrorífico: el Partido Popular estuvo a punto, el sábado a las doce de la noche de provocar, un golpe de Estado”. Luego tuvo que pedir públicamente disculpas por tan descabellado anuncio, pero el daño a la credibilidad de nuestra democracia perpetrado por un personaje de fama internacional ya estaba hecho.
Porque por mucho que el Señor Guardans trate de defender el derecho de actrices y actores a manifestarse políticamente, lo que más ha ofendido a los votantes de centro derecha de este país no ha sido esa invasión de la esfera política por parte de los actores y actrices, sino esa absoluta falta de respeto, rayana en el insulto manifiesto, con la que el mundo del cine se ha posicionado políticamente en contra de ellos. Todos hemos vistos las imágenes retransmitida por todas las televisiones del director José Luis Cuerda pidiendo el voto para el PSOE en las elecciones generales de 2008 “para que no vuelva esa turba mentirosa y humillante, que piensa desde su imbecilidad, que todos somos más imbéciles que ellos”, palabras que fueron acompañadas con las risotadas cómplices de un nutrido grupo de actores, actrices, cineastas, cantantes y personajes del mundo de la cultura presentes en el acto, como Marisa Paredes, Juan Echanove, Juan Luis Galiardo, Vicente Aranda, Concha Velasco, Joaquín Sabina, Rosa Regás, Pedro Almodóvar, Víctor Manuel o Jesús Vázquez. Las posteriores palabras de éste último en un mitin del PSOE diciendo que ellos nunca habían insultado a los “votantes del PP” son de un malabarismo ridículo. ¿Se puede llamar imbéciles a los candidatos del PP sin que se esté insultando a sus votantes?. No lo parece.
Todos estos excesos verbales son una ofensa gratuita a buena parte de la sociedad española que es a quien, en definitiva, los actores, actrices y cineastas dirigen sus obras y han calado hondo en la memoria de los votantes de centro derecha de este país que ni las olvidan ni las perdonan. Así lo han entendido una parte de la sociedad española que ha dejado de ver cine español por simples razones ideológicas. Es lo que pasa cuando se establecen “cordones sanitarios”, que el contacto entre ambas partes del cordón se hace imposible.
Y ahora Ignasi Guardans nos pide que vayamos a ver cine español. Apela al patriotismo de los votantes de centro derecha exigiéndoles que abandonen su absentismo y vayan a ver películas españolas, recriminándoles que no lo hagan “ellos que se dicen tan patriotas”. No parece que dirigir reproches a los insultados sea la mejor forma de convencerles, ni de sanar viejas heridas. Mejor haría el señor Guardans en dirigir sus reproches a ese amplio sector del mundo del cine que se ha valido de su fama para hacer política y atacar agriamente las ideas de muchos españoles. Aunque no creo que lo haga, porque en definitiva la actitud frentista de estas actrices, actores y cineastas a quien ha favorecido es al PSOE que es quien le ha puesto a él en el cargo.En definitiva, mucho tendrán que cambiar las cosas en el futuro para que ese divorcio existente entre buena parte del cine español y el centro derecha, se convierta en reconciliación. No se puede insultar al votante y a las ideas que defiende y esperar que cuando la campaña electoral termine una especie de amnesia colectiva les lleve como borregos a las colas de los cines a ver las películas salidas de las manos de los que hasta hace tres días les llamaban imbéciles.
Parte de la culpa de este fracaso está en la falta de conexión entre los cineastas y el gusto de los espectadores. Parece que las películas que se hacen en España, salvo honrosas excepciones, no interesan al gran público. Pero también parte de la culpa de la situación del cine español la tiene el posicionamiento político que un buen número de actores, actrices y cineastas ha tenido en los últimos años y que ha abierto una brecha considerable entre el cine español y los votantes de centro derecha españoles, es decir, parte de sus potenciales espectadores. Es cierto que no todos en el mundo del cine han protagonizado estas actitudes políticas, pero los que lo han hecho si que representan a una parte muy significativa y significada del mundo del cine y la cultura en general y en todas sus manifestaciones se exhiben multitudinariamente para demostrar su representatividad y su fuerza. Personajes tan públicos y notorios como Pedro Almodóvar, Aitana Sánchez Gijón, Pilar Bardem, Concha Velasco, Federico Luppi, Juan Luis Galiardo, Vicente Aranda, Marisa Paredes, Álvaro de Luna, Juan Echanove, José Sacristán y otros muchos, son habituales de estos saraos. Los que con discreción han huido de estas posiciones políticas tan significadas han quedado en el sentir de la sociedad como una minoría anecdótica dentro del cine, frente a una mayoría beligerante y protestataria.
En tiempos de la Guerra de Irak los actores, actrices y cineastas lucieron con orgullosa provocación sus pegatinas del “NO A LA GUERRA” en la Gala de los Goya. Hasta un grupo de cineastas y profesionales de la cultura a principios de 2004 y antes de las elecciones generales pusieron su creatividad al servicio del PSOE para echar al Partido Popular del gobierno con un documental propagandístico titulado Hay motivo, toda una declaración de principios. En este documental se hacía un repaso por temas como la guerra de Irak, el paro, la vivienda, el Prestige, la adopción en parejas homosexuales, la manipulación informativa, la inmigración, el maltrato a las mujeres, el terrorismo, el accidente del Yak-42 y hasta el asesinato de Couso, para dejar claros los “motivos” por los que había que echar al PP del gobierno de España.
A partir de abril de 2004, con el PP fuera del gobierno de la nación, con el objetivo cumplido, hubiera sido aconsejable que este representativo y nutrido grupo de actores, actrices y cineastas plegasen velas y abandonasen las trincheras de la beligerancia para limpiar la imagen de sectarismo y partidismo que se había ofrecido del cine, aunque solo fuera para no hipotecar más lo que no deja de ser un negocio que vive de sus clientes, es decir, los espectadores. No fue así. Siempre que han podido no han desperdiciado ocasión para manifestar públicamente su oposición al Partido Popular y a las ideas que defiende el centro derecha español y que son, dato este que tiene su importancia, la de la mitad de los españoles. Cuando millones de españoles inundaron las calles de España para protestar contra la negociación política que el gobierno del PSOE estaba llevando a cabo con ETA, allí estuvieron los actores, actrices, cineastas y gente de la cultura para apuntalar al PSOE, criticando al PP que se oponía a dicha negociación por “miserabilismo”, como dijera José Sacristán.
Hay en esta inmersión en el campo político un claro indicio de soberbia democrática por parte de este sector del cine español. Es como si ellos y solo ellos fueran los legitimados para repartir credenciales que capaciten para gobernar España. Es como si ellos estuvieran en posesión de un plus del que carecieran el resto de los mortales para juzgar qué opciones políticas son las idóneas y cuales no. ¿Es que el gremio de actrices y actores tienen una mayor capacidad de análisis político que, por ejemplo, el de los gestores o carniceros de España?. Lo dudo.
Algunos dicen que las actrices, actores y cineastas están en su derecho de manifestar libremente su opción política amparados en su libertad de expresión y el régimen democrático existente en España. En eso estamos completamente de acuerdo. Pero mientras que en otros países con mayor tradición democrática los actores y actrices manifiestan sus preferencias políticas con un exquisito respeto hacía los rivales políticos, aquí en España lo habitual es que las Plataformas, los manifiestos y las “manifas” de apoyo al PSOE se hagan en un tono más que agresivo, abiertamente insultante e injurioso hacía el Partido Popular. Es tal la actitud de cierto sector del cine hacía el Partido que representa al centro derecha español que parecería que para ellos evitar que vuelva a gobernar España sea una cuestión trascendental para la supervivencia de la Democracia española. En esta línea recordamos al actor Federico Luppi diciendo aquello de “nos va la vida en crear un cordón sanitario para que esta derecha cerril y casi gótica no se adueñe del pensamiento español”. ¡Casi nada!. Como si el PP fuera un virus peligroso al que hubiera que aislar, esterilizar y exterminar. Hasta el oscarizado Pedro Almodóvar, que debería hacer gala de mayor continencia verbal, tras las elecciones de 2004 que desbancaron al PP del gobierno calificó de “semana trágica” la del 11-M que, según él, culminó “con una noticia liberadora” (la victoria del PSOE), “lastima que tuviéramos que pagar un precio muy alto” (la masacre de los trenes), sentenciando que “hemos vuelto a la democracia”. Por cierto, en la misma rueda de prensa en la que hacía gala de tan "profundo" análisis electoral, Pedro Almodóvar anuncio “algo terrorífico: el Partido Popular estuvo a punto, el sábado a las doce de la noche de provocar, un golpe de Estado”. Luego tuvo que pedir públicamente disculpas por tan descabellado anuncio, pero el daño a la credibilidad de nuestra democracia perpetrado por un personaje de fama internacional ya estaba hecho.
Porque por mucho que el Señor Guardans trate de defender el derecho de actrices y actores a manifestarse políticamente, lo que más ha ofendido a los votantes de centro derecha de este país no ha sido esa invasión de la esfera política por parte de los actores y actrices, sino esa absoluta falta de respeto, rayana en el insulto manifiesto, con la que el mundo del cine se ha posicionado políticamente en contra de ellos. Todos hemos vistos las imágenes retransmitida por todas las televisiones del director José Luis Cuerda pidiendo el voto para el PSOE en las elecciones generales de 2008 “para que no vuelva esa turba mentirosa y humillante, que piensa desde su imbecilidad, que todos somos más imbéciles que ellos”, palabras que fueron acompañadas con las risotadas cómplices de un nutrido grupo de actores, actrices, cineastas, cantantes y personajes del mundo de la cultura presentes en el acto, como Marisa Paredes, Juan Echanove, Juan Luis Galiardo, Vicente Aranda, Concha Velasco, Joaquín Sabina, Rosa Regás, Pedro Almodóvar, Víctor Manuel o Jesús Vázquez. Las posteriores palabras de éste último en un mitin del PSOE diciendo que ellos nunca habían insultado a los “votantes del PP” son de un malabarismo ridículo. ¿Se puede llamar imbéciles a los candidatos del PP sin que se esté insultando a sus votantes?. No lo parece.
Todos estos excesos verbales son una ofensa gratuita a buena parte de la sociedad española que es a quien, en definitiva, los actores, actrices y cineastas dirigen sus obras y han calado hondo en la memoria de los votantes de centro derecha de este país que ni las olvidan ni las perdonan. Así lo han entendido una parte de la sociedad española que ha dejado de ver cine español por simples razones ideológicas. Es lo que pasa cuando se establecen “cordones sanitarios”, que el contacto entre ambas partes del cordón se hace imposible.
Y ahora Ignasi Guardans nos pide que vayamos a ver cine español. Apela al patriotismo de los votantes de centro derecha exigiéndoles que abandonen su absentismo y vayan a ver películas españolas, recriminándoles que no lo hagan “ellos que se dicen tan patriotas”. No parece que dirigir reproches a los insultados sea la mejor forma de convencerles, ni de sanar viejas heridas. Mejor haría el señor Guardans en dirigir sus reproches a ese amplio sector del mundo del cine que se ha valido de su fama para hacer política y atacar agriamente las ideas de muchos españoles. Aunque no creo que lo haga, porque en definitiva la actitud frentista de estas actrices, actores y cineastas a quien ha favorecido es al PSOE que es quien le ha puesto a él en el cargo.En definitiva, mucho tendrán que cambiar las cosas en el futuro para que ese divorcio existente entre buena parte del cine español y el centro derecha, se convierta en reconciliación. No se puede insultar al votante y a las ideas que defiende y esperar que cuando la campaña electoral termine una especie de amnesia colectiva les lleve como borregos a las colas de los cines a ver las películas salidas de las manos de los que hasta hace tres días les llamaban imbéciles.
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