Análisis de la política exterior del gobierno de Rodríguez Zapatero, tras seis años al frente de España.
El 24 de septiembre del pasado año José Luis Rodríguez Zapatero intervino ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. En su discurso el presidente español habló de su leitmotiv personal, la Alianza de Civilizaciones y de la necesidad de buscar solución a multitud de problemas: el hambre y la pobreza extremas, el cambio climático, la seguridad y la paz mundiales, Palestina, todo ello desde “un multilateralismo eficaz, responsable y solidario”. Un conjunto de buenos propósitos, que podrían figurar como deseo en el reverso cualquier postal de Navidad, pero sin ninguna propuesta, ninguna aportación, ninguna concreción, con la sola excepción de Honduras de la que exigió la reposición de Zelaya en la presidencia del país, ya que, según Zapatero, “la firme defensa de la democracia tiene ante todo un nombre y un país: Honduras”. El discurso de Rodríguez Zapatero ante la Asamblea General de las Naciones Unidas fue un botón de muestra de lo que ha sido la política exterior del gobierno socialista desde que llegó al poder en el año 2004 y la escasa repercusión internacional de su discurso fue correlativa al poco interés y el poco peso específico que las propuestas del gobierno español tienen, no ya en la política mundial, sino también en la política europea y, específicamente, en la política exterior de la Unión Europea.
El PSOE llegó al gobierno de España en el año 2004 contra todo pronóstico, gracias al partido que sacó a los atentados cometidos el 11-M, tres días antes de las elecciones. Baste recordar la intervención de Rubalcaba la noche previa a las elecciones en la Televisión pública: “España se merece un gobierno que no nos mienta”. Ya en el poder, Rodríguez Zapatero y su ministro de Exteriores Miguel Ángel Moratinos en vez de vincular los atentados al islamismo radical y reflexionar del por qué de la violencia en las sociedades musulmanas y de la necesidad de erradicar sus causas, achacaron el origen de los atentados a la participación de España de la mano del gobierno del PP de José María Aznar en la Guerra de Irak y su estrecha relación con los EE.UU, país odiado por igual por islamistas e izquierdistas españoles. Aznar es el culpable y EE.UU su instigador. Esta no ha sido la explicación oficial del gobierno y del PSOE, sino la oficiosa para consumo de las bases izquierdistas y esto por dos sencillas razones. La primera, porque atribuir la causa del atentado a la actitud culposa de la víctima no deja de ser una forma de justificación de la violencia que podría extrapolarse a otros ámbitos en los que al PSOE ya no le interesa tanto, como es la violencia etarra. Y en segundo lugar, el terrorismo islamista ha seguido intentando atentar en España, estando en Irak o sin estarlo, como tristemente demostró el comando de Leganes que salió por los aires después de que el PSOE ya hubiera ganado las elecciones y anunciado que sacaría las tropas españolas de Irak.
Al margen de la propaganda para consumo interno de las masas, en los discursos oficiales Zapatero ha encontrado su culpable a la violencia extrema puesta de manifiesto en los atentados del 11-S en EE.UU y 11-M en Madrid. Para Rodríguez Zapatero y su ministro Moratinos la violencia terrorista no tiene su origen en las sociedades islamistas, a las que, siguiendo a los islamófilos más extremos, consideran pacíficas e incapaces de engendrar per se ninguna forma de violencia, sino que la culpa la tienen las sociedades occidentales por su incomprensión, agresión y maltrato constante a los países musulmanes. Y la solución para Rodríguez Zapatero pasa por una gran alianza entre todas las civilizaciones del mundo. El culpable intelectual de la violencia terrorista internacional no son los cientos y cientos de intelectuales musulmanes que llaman a diario a la Guerra Santa contra Occidente desde las Universidades, los libros, los periódicos y los medios de comunicación islamistas, sino que el culpable es Huntington y su libro El Choque de Civilizaciones. Libro que por supuesto Zapatero no ha leído, como demuestra cada vez que lo cita, pero que basta su simple título para refutarlo y esgrimirlo como bandera de la supuesta intransigencia de Occidente.
Esa entelequia llamada Alianza de Civilizaciones promovida por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, con un costosísimo coste para el bolsillo del contribuyente español, dicho sea de paso, sufre de graves defectos que lastran cualquier desarrollo. Olvida que uno de los leitmotiv fundamentales para el crecimiento de los partidos islamistas, moderados o radicales, en los países musulmanes es precisamente el odio a Occidente y esto no lo va a cambiar por mucho “buenismo” que derroche Occidente. Además, como la propuesta nace de un complejo de culpabilidad por parte Occidente, parece que sean las sociedades occidentales las que tengan que adaptar su comportamiento a las exigencias islamistas, olvidando los muchos defectos de los que padecen las sociedades musulmanes, especialmente, la falta de democracia y de respeto a los derechos fundamentales. Como consecuencia de estos planteamientos, no es de extrañar que ante comportamientos tan irrelevantes como la publicación de unas viñetas supuestamente ofensivas contra el Islam, los partidarios de la Alianza de Civilizaciones hayan reaccionado exigiendo respeto a la religión musulmana --algo que por supuesto no harían en un caso similar referido a la religión católica--, e incluso, con llamamientos a la implantación de restricciones a la libertad de expresión que parecen increíbles en sociedades que se dicen democráticas y progresistas.
El único apoyo que se ha dado internacionalmente a la Alianza de Civilizaciones propuesta por el presidente español ha procedido del primer ministro turco Tayyip Erdogan. Ha sido un apoyo más simbólico que real, fruto de los propios intereses turcos de ofrecer su cara amable a Europa para promocionar su candidatura a ingresar en la Unión Europea, ya que lo cierto es que en Turquía se persigue a la minoría cristiana y, por ejemplo, el Seminario Ortodoxo sigue cerrado sine die, lo que no parece muy acorde con promover una confluencia de civilizaciones en amigable concordia.
No es de extrañar que con propuestas tan vacuas y etéreas como la de la Alianza de Civilizaciones, nuestro país haya perdido peso específico en las relaciones internacionales.
El PSOE llegó al gobierno de España en el año 2004 contra todo pronóstico, gracias al partido que sacó a los atentados cometidos el 11-M, tres días antes de las elecciones. Baste recordar la intervención de Rubalcaba la noche previa a las elecciones en la Televisión pública: “España se merece un gobierno que no nos mienta”. Ya en el poder, Rodríguez Zapatero y su ministro de Exteriores Miguel Ángel Moratinos en vez de vincular los atentados al islamismo radical y reflexionar del por qué de la violencia en las sociedades musulmanas y de la necesidad de erradicar sus causas, achacaron el origen de los atentados a la participación de España de la mano del gobierno del PP de José María Aznar en la Guerra de Irak y su estrecha relación con los EE.UU, país odiado por igual por islamistas e izquierdistas españoles. Aznar es el culpable y EE.UU su instigador. Esta no ha sido la explicación oficial del gobierno y del PSOE, sino la oficiosa para consumo de las bases izquierdistas y esto por dos sencillas razones. La primera, porque atribuir la causa del atentado a la actitud culposa de la víctima no deja de ser una forma de justificación de la violencia que podría extrapolarse a otros ámbitos en los que al PSOE ya no le interesa tanto, como es la violencia etarra. Y en segundo lugar, el terrorismo islamista ha seguido intentando atentar en España, estando en Irak o sin estarlo, como tristemente demostró el comando de Leganes que salió por los aires después de que el PSOE ya hubiera ganado las elecciones y anunciado que sacaría las tropas españolas de Irak.
Al margen de la propaganda para consumo interno de las masas, en los discursos oficiales Zapatero ha encontrado su culpable a la violencia extrema puesta de manifiesto en los atentados del 11-S en EE.UU y 11-M en Madrid. Para Rodríguez Zapatero y su ministro Moratinos la violencia terrorista no tiene su origen en las sociedades islamistas, a las que, siguiendo a los islamófilos más extremos, consideran pacíficas e incapaces de engendrar per se ninguna forma de violencia, sino que la culpa la tienen las sociedades occidentales por su incomprensión, agresión y maltrato constante a los países musulmanes. Y la solución para Rodríguez Zapatero pasa por una gran alianza entre todas las civilizaciones del mundo. El culpable intelectual de la violencia terrorista internacional no son los cientos y cientos de intelectuales musulmanes que llaman a diario a la Guerra Santa contra Occidente desde las Universidades, los libros, los periódicos y los medios de comunicación islamistas, sino que el culpable es Huntington y su libro El Choque de Civilizaciones. Libro que por supuesto Zapatero no ha leído, como demuestra cada vez que lo cita, pero que basta su simple título para refutarlo y esgrimirlo como bandera de la supuesta intransigencia de Occidente.
Esa entelequia llamada Alianza de Civilizaciones promovida por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, con un costosísimo coste para el bolsillo del contribuyente español, dicho sea de paso, sufre de graves defectos que lastran cualquier desarrollo. Olvida que uno de los leitmotiv fundamentales para el crecimiento de los partidos islamistas, moderados o radicales, en los países musulmanes es precisamente el odio a Occidente y esto no lo va a cambiar por mucho “buenismo” que derroche Occidente. Además, como la propuesta nace de un complejo de culpabilidad por parte Occidente, parece que sean las sociedades occidentales las que tengan que adaptar su comportamiento a las exigencias islamistas, olvidando los muchos defectos de los que padecen las sociedades musulmanes, especialmente, la falta de democracia y de respeto a los derechos fundamentales. Como consecuencia de estos planteamientos, no es de extrañar que ante comportamientos tan irrelevantes como la publicación de unas viñetas supuestamente ofensivas contra el Islam, los partidarios de la Alianza de Civilizaciones hayan reaccionado exigiendo respeto a la religión musulmana --algo que por supuesto no harían en un caso similar referido a la religión católica--, e incluso, con llamamientos a la implantación de restricciones a la libertad de expresión que parecen increíbles en sociedades que se dicen democráticas y progresistas.
El único apoyo que se ha dado internacionalmente a la Alianza de Civilizaciones propuesta por el presidente español ha procedido del primer ministro turco Tayyip Erdogan. Ha sido un apoyo más simbólico que real, fruto de los propios intereses turcos de ofrecer su cara amable a Europa para promocionar su candidatura a ingresar en la Unión Europea, ya que lo cierto es que en Turquía se persigue a la minoría cristiana y, por ejemplo, el Seminario Ortodoxo sigue cerrado sine die, lo que no parece muy acorde con promover una confluencia de civilizaciones en amigable concordia.
No es de extrañar que con propuestas tan vacuas y etéreas como la de la Alianza de Civilizaciones, nuestro país haya perdido peso específico en las relaciones internacionales.
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