Recientemente la paleógrafa Mercedes Agulló ha publicado un libro en el que sostiene la tesis de que el autor de El Lazarillo de Tormes es Diego Hurtado de Mendoza. Históricamente han sido varios los que se han postulado como autores de este clásico de la literatura española y que a falta de pruebas contundentes sobre su autoría estudiamos en nuestra juventud como una obra anónima. Pues bien, Mercedes Agulló aporta base documental suficiente para concluir que el Lazarillo de Tormes es obra de Diego Hurtado de Mendoza, ilustre hombre de la corte de Carlos V y luego de su hijo Felipe II, culto, ilustrado y caballero que luchó en las Batallas de Pavía y en Túnez. Dicha documentación consiste en unas correcciones del texto y una carta dirigida a Felipe II encontrados entre los legajos del que fuera su albacea testamentario. Parece ser que Diego Hurtado de Mendoza mantuvo el anonimato de su autoría porque al estar escrita la obra en lengua vulgar y no en latín, la consideraba inferior a su categoría y, además, para evitar las represalias de la Inquisición, ya que era una obra muy crítica con las costumbres el clero (de hecho fue prohibida por la Inquisición cuatro años después de salir a la luz). Lo curioso para mí es que, según Mercedes Agulló, detrás del Lazarillo de Tormes se esconde la historia de la ambición de Felipe II por hacerse con la biblioteca de Diego Hurtado de Mendoza. El cortesano era un ejemplo de hombre del renacimiento que cultivaba las armas y las letras al mismo tiempo y era un bibliófilo apasionado por los libros, no solo por su contenido sino por su mera apariencia física, hasta el punto de haber formado una ingente biblioteca a lo largo de su vida de más de 1.800 ejemplares con libros, pliegos y legajos de todo tipo. Semejante tesoro bibliográfico despertó las ambiciones de Felipe II que ansiaba hacerse con él para su propia Biblioteca. Parece ser que Diego Hurtado de Mendoza regaló a Felipe II cuando aún era príncipe un ejemplar de El Lazarillo de Tormes, razón ésta por la que Felipe II tuvo noticia de quién era su auténtico autor. El Principe no olvidó el dato y con el paso de los años el ya monarca Felipe II con el fin de hacerse con su biblioteca amenazó a Diego Hurtado de Mendoza con hacer pública la autoría del libro, lo que habría atraído sobre su persona las iras del Santo Oficio. Eso unido al chantaje que le hizo el monarca sobre unas supuestas deudas contraídas por Diego Hurtado de Mendoza cuando era embajador del Emperador en Siena veinte años antes, fueron las armas que utilizó Felipe II para hacerse con la biblioteca del cortesano, que al carecer de herederos se la legó al Monarca en testamento pasando a su muerte a engrosar los fondos de la Biblioteca de El Escorial.
viernes, 4 de junio de 2010
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