La idea de que vivimos en un país que ha perdido soberanía y que en materia económica está siendo tutelado desde el exterior por las grandes potencias, ha tomado fuerza en el pensamiento de muchos españoles. El eslogan del PSOE en las elecciones generales del 2004 propugnando “una vuelta a la Vieja Europa” frente a la supuesta política atlantista del PP, es un sangrante recordatorio, viendo como la Vieja Europa nos ningunea de forma clamorosa.
Los primeros gestos diplomáticos del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero han lastrado la política exterior española desde que el Partido Socialista Obrero Español asumió el gobierno de España en abril de 2004. La salida de las tropas españolas de Irak, decidida unilateralmente por el presidente del Gobierno, sin previa consulta a los supuestos aliados de España, y el acercamiento a países de dudoso pedigrí democrático, sino abiertamente dictatoriales, como Venezuela y Cuba, con los que EE.UU mantiene una controversia permanente, marcó las relaciones de España con la primera potencia mundial que con la llegada de Zapatero a la Moncloa sufrieron un enfriamiento gélido. En España el Partido Socialista quiso centralizar el enfrentamiento en la figura del presidente Norteamericano George W. Bush, convirtiéndolo en un problema de antipatía y falta de conexión entre ambos presidentes. Así además de quitar importancia al problema evidente que supone que España apenas tuviese relaciones con la primera potencia mundial, el Partido Socialista rentabilizaba electoralmente el problema diplomático al enfrentar a Rodríguez Zapatero con la “bestia negra” del izquierdismo mundial, George W. Bush. La imagen de Zapatero se realzaba entre la progresía nacional a costa de nuestras política exterior. En esta coyuntura, el relevo en la casa Blanca con la llegada de Barak Obama a la presidencia de los EE.UU se nos quiso vender desde la Moncloa y desde Ferraz como un antes y un después en las relaciones entre ambos países. Parecía que todo tenía que cambiar al desaparecer de la escena el que se suponía era el escollo que enturbiaba las relaciones entre los dos paises. No obstante, con el paso de los meses la sensación que nos queda a todos es que con Barak Obama las relaciones personales entre los presidentes de ambos países tal vez han mejorado un poco, pero las relaciones diplomáticas no han sufrido ninguna variación significativa. Tal vez pesa en el ánimo de la administración norteamericana otras consideraciones, como el hecho de que EE.UU con la administración Obama sigue en Irak, mientras que España salió en desbandada, que la Administración Zapatero mantiene excelentes relaciones con gobiernos que siguen enfrentados a los EE.UU de Obama, como Cuba y Venezuela, y, por qué no decirlo, el feo gesto que supuso que Zapatero no se levantase ante el paso de la bandera de los EE.UU en el desfile de las Fuerzas Armadas de 2003, algo que aquí en España con los símbolos nacionales de capa caída puede parecer anecdótico, pero que los norteamericanos consideraron una ofensa a un símbolo sacrosanto, tanto para republicanos como para demócratas. Sea por una cosa o por otra, lo cierto es que la famosa confluencia planetaria de la que hablara la Secretaria de Organización del PSOE Leire Pajín no se ha dado todavía, y más bien parece que ambos planetas, Obama y Zapatero, orbitan en galaxias distintas y distantes.
Unido a lo anterior, el vago y etéreo proyecto de la Alianza de Civilizaciones promovido por José Luis Rodríguez Zapatero en el que nuestro país ha invertido esfuerzos y dinero con escasos resultados, también ha contribuido a que la imagen de la política exterior española parezca poco seria y pierda enteros en las cancillerías de los países occidentales. Con semejante bagaje el gobierno de España sorprendió a todos en noviembre de 2006 al proponer, ni más ni menos, que un plan de paz para Oriente Medio que resolvería el permanente conflicto palestino israelí. Es sabido el conocimiento que el ministro de Asuntos Exteriores Miguel Ángel Moratinos tiene sobre el tema y su afinidad con la causa palestina, pero la propuesta española, dado nuestro escaso peso en la política internacional y nuestra falta de experiencia en esas lides, que la propuesta del gobierno español que no había sido previamente consultada a los actores del conflicto ni al gobierno de los EE.UU, estaba condenada al fracaso. Israel la despreció y los demás interlocutores simplemente la ignoraron.
Con este currículum llegó el gobierno de España a ocupar la presidencia rotativa de la Unión Europea en enero de 2010 y se despachó con otra sorprendente propuesta: un plan contra la crisis a nivel de la Unión Europea. La propuesta viniendo del país con mayor tasa de paro de la Unión Europea y con peores índices de recesión económica despertó las criticas abiertas de los gobiernos que en la Unión Europea cortan el bacalao, es decir, Alemania, Francia y Reino Unido, y el desprecio, por no decir la hilaridad, de la prensa económica de toda Europa. “Arregla primero tu casa y entonces podrás dar lecciones”, vinieron a decirle todos al gobierno de España en, esta vez si, absoluta confluencia planetaria. Con esta apertura espectacular se ha ido desarrollando sin pena ni gloria el resto del semestre de la presidencia Española, en la que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha sido absolutamente ignorado en todos aquellos asuntos importantes en los que se ha exigido la mediación de la Unión Europea. Ese ha sido el caso de la intervención de la economía griega, decidida entre Francia y Alemania en reuniones en las que José Luis Rodríguez Zapatero no figuraba ni siquiera como convidado de piedra y anunciada públicamente por Sarkozy y Merkel ignorando completamente la presidencia española. Es difícil encontrar una mejor balanza que mida la importancia que España ha alcanzado en Europa con el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. El eslogan del PSOE en las elecciones generales del 2004 propugnando “una vuelta a la Vieja Europa” frente a la supuesta política atlantista del PP, es un sangrante recordatorio, viendo como la Vieja Europa nos ningunea de forma clamorosa.
Tampoco la presidencia europea ha servido para que se relanzaran las relaciones entre España y los Estados Unidos. Aquí hemos visto desde clamorosos ridículos hasta situaciones esperpénticas. Ridículo fue el cometido por la diplomacia española que anunció a bombo y platillo para la primavera de este año una conferencia entre EE.UU y la Unión Europea con presencia de Barak Obama, conferencia que nunca se realizó y cuyo fracaso y ridículo quedó aún más patente cuando la Administración de Washington tuvo que desmentir públicamente al gobierno española declarando que nunca se había confirmado la celebración de dicha conferencia ni mucho menos la presencia del presidente estadounidense. Y esperpento el vivido en febrero cuando José Luis Rodríguez Zapatero, un hombre declaradamente aconfesional y de ignoradas ideas religiosas, asistió a un acto religioso en los Estados Unidos invitado por Barak Obama. Fue demasiado evidente para buena parte de la opinión pública la sensación de que Zapatero claudicaba en sus principios, a cambio de una foto junto a Obama que relanzara su imagen internacional en evidentes horas bajas.-
El último episodio ha sido un digno colofón a seis años de despropósitos. El mismo día que se hacía pública la existencia de una llamada telefónica personal de Obama a Zapatero requiriéndolo a tomar medidas que recondujeran la economía española y redujeran nuestro déficit, el presidente español anunciaba en el Congreso de los Diputados un paquete de medidas que iban desde la rebaja de los sueldos de los funcionarios, hasta su congelación para el próximo año 2011, así como de las pensiones y hasta un recorte en las Ayudas al Desarrollo y a los dependientes. El mayor recorte en gasto social de la historia de la democracia española, había venido precedida de una llamada al orden del presidente de los EE.UU. La idea de que vivimos en un país que ha perdido soberanía y que en materia económica está siendo tutelado desde el exterior por las grandes potencias, ha tomado fuerza en el pensamiento de muchos españoles.
Desde luego la presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero marcará huella en la historia de España, también en materia de relaciones exteriores, y no precisamente por sus éxitos.
Unido a lo anterior, el vago y etéreo proyecto de la Alianza de Civilizaciones promovido por José Luis Rodríguez Zapatero en el que nuestro país ha invertido esfuerzos y dinero con escasos resultados, también ha contribuido a que la imagen de la política exterior española parezca poco seria y pierda enteros en las cancillerías de los países occidentales. Con semejante bagaje el gobierno de España sorprendió a todos en noviembre de 2006 al proponer, ni más ni menos, que un plan de paz para Oriente Medio que resolvería el permanente conflicto palestino israelí. Es sabido el conocimiento que el ministro de Asuntos Exteriores Miguel Ángel Moratinos tiene sobre el tema y su afinidad con la causa palestina, pero la propuesta española, dado nuestro escaso peso en la política internacional y nuestra falta de experiencia en esas lides, que la propuesta del gobierno español que no había sido previamente consultada a los actores del conflicto ni al gobierno de los EE.UU, estaba condenada al fracaso. Israel la despreció y los demás interlocutores simplemente la ignoraron.
Con este currículum llegó el gobierno de España a ocupar la presidencia rotativa de la Unión Europea en enero de 2010 y se despachó con otra sorprendente propuesta: un plan contra la crisis a nivel de la Unión Europea. La propuesta viniendo del país con mayor tasa de paro de la Unión Europea y con peores índices de recesión económica despertó las criticas abiertas de los gobiernos que en la Unión Europea cortan el bacalao, es decir, Alemania, Francia y Reino Unido, y el desprecio, por no decir la hilaridad, de la prensa económica de toda Europa. “Arregla primero tu casa y entonces podrás dar lecciones”, vinieron a decirle todos al gobierno de España en, esta vez si, absoluta confluencia planetaria. Con esta apertura espectacular se ha ido desarrollando sin pena ni gloria el resto del semestre de la presidencia Española, en la que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha sido absolutamente ignorado en todos aquellos asuntos importantes en los que se ha exigido la mediación de la Unión Europea. Ese ha sido el caso de la intervención de la economía griega, decidida entre Francia y Alemania en reuniones en las que José Luis Rodríguez Zapatero no figuraba ni siquiera como convidado de piedra y anunciada públicamente por Sarkozy y Merkel ignorando completamente la presidencia española. Es difícil encontrar una mejor balanza que mida la importancia que España ha alcanzado en Europa con el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. El eslogan del PSOE en las elecciones generales del 2004 propugnando “una vuelta a la Vieja Europa” frente a la supuesta política atlantista del PP, es un sangrante recordatorio, viendo como la Vieja Europa nos ningunea de forma clamorosa.
Tampoco la presidencia europea ha servido para que se relanzaran las relaciones entre España y los Estados Unidos. Aquí hemos visto desde clamorosos ridículos hasta situaciones esperpénticas. Ridículo fue el cometido por la diplomacia española que anunció a bombo y platillo para la primavera de este año una conferencia entre EE.UU y la Unión Europea con presencia de Barak Obama, conferencia que nunca se realizó y cuyo fracaso y ridículo quedó aún más patente cuando la Administración de Washington tuvo que desmentir públicamente al gobierno española declarando que nunca se había confirmado la celebración de dicha conferencia ni mucho menos la presencia del presidente estadounidense. Y esperpento el vivido en febrero cuando José Luis Rodríguez Zapatero, un hombre declaradamente aconfesional y de ignoradas ideas religiosas, asistió a un acto religioso en los Estados Unidos invitado por Barak Obama. Fue demasiado evidente para buena parte de la opinión pública la sensación de que Zapatero claudicaba en sus principios, a cambio de una foto junto a Obama que relanzara su imagen internacional en evidentes horas bajas.-
El último episodio ha sido un digno colofón a seis años de despropósitos. El mismo día que se hacía pública la existencia de una llamada telefónica personal de Obama a Zapatero requiriéndolo a tomar medidas que recondujeran la economía española y redujeran nuestro déficit, el presidente español anunciaba en el Congreso de los Diputados un paquete de medidas que iban desde la rebaja de los sueldos de los funcionarios, hasta su congelación para el próximo año 2011, así como de las pensiones y hasta un recorte en las Ayudas al Desarrollo y a los dependientes. El mayor recorte en gasto social de la historia de la democracia española, había venido precedida de una llamada al orden del presidente de los EE.UU. La idea de que vivimos en un país que ha perdido soberanía y que en materia económica está siendo tutelado desde el exterior por las grandes potencias, ha tomado fuerza en el pensamiento de muchos españoles.
Desde luego la presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero marcará huella en la historia de España, también en materia de relaciones exteriores, y no precisamente por sus éxitos.
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